CUARTELES DE INVIERNO

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Cada día amanecemos con nuevos sobresaltos derivados de la crisis que nos ha tocado (¿nos ha tocado?) vivir. Cuando no es la prima de riesgo que sube son las bolsas las que caen; o los bancos, que pierden credibilidad respecto a su liquidez, su resistencia o su vulnerabilidad. El caso es dar por saco y aprovechar para introducir cambios en las reglas del juego que, como no podía ser de otra forma, perjudican a los de siempre.

Nos plantean los cambios como inevitables para reducir el déficit y aumentar la competitividad, pero esto ya huele, y no bien precisamente. Hagamos memoria: estalla una crisis financiera e inmobiliaria. El mundo del ladrillo se viene abajo y de un día para otro nuestros gobernantes se dan cuenta que estamos viviendo en una gran mentira, la de suponer que lo que un día vale veinte, al día siguiente valdrá treinta. La caída de la construcción arrastra una parte importante del consumo, lo que crea un efecto dominó que se lleva por delante a otros sectores productivos y de servicios. Los que no tienen no pueden gastar y los que tienen no se atreven a hacerlo, por si la cosa va a peor. Hasta aquí lo que se puede entender y aceptar: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y toca apretarse el cinturón. Vale, aceptemos que en el negocio Jauja D'or hemos fracasado.

Parecía entonces que tanto sufrimiento podría tener cierto sentido, y que al menos se metería en cintura a esos desalmados que engañaron, manipularon y falsearon. Los grandes gurús de la cultura neocon desaparecieron de un plumazo durante unos meses. Pero fue un espejismo, lo que realmente ocurrió es que se retiraron a sus cuarteles de invierno a esperar a que escampara.

Y todo lo que viene después es lo que realmente jode, porque da la sensación que lo último que se desea es restablecer el orden. Es como si tras ser abatida por unos leones, la pobre gacela viera de reojo cómo, unos metros más allá, esperan las hienas, y que detrás de ellas están los buitres. Nos sentimos ese animal herido que en vez de ser curado es entregado a los carroñeros para que le saquen hasta el último gramo de su carne.

Hay quien está haciendo mucho dinero con esto de la crisis, y son precisamente quienes tienen en sus manos tomar las decisiones que deberían sacarnos de ella. El tipo que aseguró en televisión hace unos días que era un bróker y que relató cómo se relame ante el olor a carne fresca puede que no sea quien dice ser, pero todos sabemos que lo que dice es cierto. No tienen miedo a dejar la sabana esquilmada de gacelas, solo les preocupa devorar todo lo que sale a su paso. Ojalá revienten antes de que acaben con todo.

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This page contains a single entry by Mario Serrotas published on September 30, 2011 8:03 PM.

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