EL PEQUEÑO EMPERADOR

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Los padres primerizos que se enfrentan a los cuidados de un bebé suelen vivir con ansiedad cada una de las pequeñas dificultades que se le presentan y los niños, que no son tontos, no tardan en aprender cómo actuar para obtener la reacción de los papás que más les conviene. La comida y el sueño suelen ser fuente de estrés familiar en niños que están completamente sanos (evidentemente, esta reflexión se refiere a pequeños sin patología alguna que les dificulte comer o dormir), y no es infrecuente que surjan las disputas en la hora de comer o en el momento de ir a la cama. También hay niños que se despiertan con frecuencia y reclaman la atención de los diligentes padres para pedirles agua, exigirles ir a su cama o obligarles a permanecer a su lado buena parte de la noche. No hace mucho un angustiado padre me contaba que su hijo, que tontea lo indecible para malcomerse la merienda, por la noche se despierta con hambre y reclama el correspondiente vaso de leche, petit o yogur. Ni el niño ni los padres duermen lo suficiente, así que están de mal humor y viven el irse a dormir con angustia. Les gustaría cambiar eso, pero no pueden hacer nada, ya que si no atienden las peticiones de su hijo, éste no duerme, ni tampoco lo hace el resto del vecindario. Los pobres lo han intentado todo sin ningún resultado.  

La historia esta de la prima de riesgo y la deuda soberana me recuerda a lo que le ocurre a mi pobre amigo. Nos sentimos obligados a atender una demanda que nos parece desproporcionada y que nos causa un notable trastorno, y al mismo tiempo tenemos la seguridad de que hagamos lo que hagamos, los mercados no van a tener bastante. Reforma laboral, desaparición de las cajas de ahorro, test de estrés a los bancos, reducción de salarios... todo para calmar a unos mercados insaciables que cada noche nos despiertan para pedirnos más y más, pero que no nos dan a cambio ninguna estabilidad. Son como el niño que llama a su papá para pedirle un yogur y que tras la primera cucharada, dice que no, que lo que desea es una tostada, tostada que tampoco comerá y que rechazará tras el primer bocado, exigiendo entonces una media luna de chocolate.

Si mi amigo consulta con un psicólogo experto en comportamiento infantil, seguramente le dirá que su hijo se está convirtiendo en un "pequeño emperador", que la cosa irá a más si no hace algo al respecto, que su hijo no va a conformarse nunca con lo que le ofrezcan, y que es labor de los padres decir "no" cuando corresponde. De lo contrario, el pequeño se les subirá a las barbas y actuará de manera más despótica cada vez hasta convertirse en un verdadero tirano. También les dirá que eso no es lo peor, que cuando ese niño alcance la adolescencia su comportamiento será tan caprichoso y exigente que se volverá violento y hará de la convivencia un infierno.

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