Llevo desde el 22 de mayo dándole vueltas a esa enorme "marea azul" en que se ha convertido el mapa político en ayuntamientos y buena parte de las comunidades autónomas (las que salían a "subasta"). Que la debacle socialista se iba a producir y que el Partido Popular se iba a dedicar con más saña a pedir elecciones anticipadas lo daba por seguro, mis dudas se centraban más bien en la lectura que el PSOE iba a hacer de los malos resultados obtenidos.
Y no sorprendieron, desgraciadamente. Ni un ápice de autocrítica, todo el peso del fracaso descansaba, según sus dirigentes, en las duras circunstancias que nos está tocando vivir: "El pueblo está desencantado con la situación provocada por la crisis, y busca culpara a alguien de su frustración. Nos ha tocado a nosotros porque somos los que estamos en el poder." De lo que no parecen darse cuenta es que con esas reflexiones están dando la razón precisamente a quienes les acusamos de no ser, en lo esencial, diferentes en nada al partido conservador.
Cuando estalló la crisis algunos pensamos que por fin se iba a poner coto a tanto desmadre, y estábamos dispuestos a asumir la parte que nos tocara en la reconstrucción del sistema. Pero lo que para nada pensamos entonces es que la izquierda moderada no tenía alternativas y la izquierda más radical estaba más fuera que dentro del juego. Hemos asumido, primero con resiganción y despues con indignación, que inguna de las dos están en condiciones de dar respuesta. Ésa ha sido la gran decepción, darnos cuenta que vivíamos en el modelo único, que las alternativas eran puras falacias y que en definitiva los que mandaban eran esos señores con sombrero de copa y puro en la boca de los que nos hablaban los fanzines libertarios en nuestra juventud.
Por eso esta vez no ha valido el "¡que viene la derecha reaccionaria!" que tan buen resultado les dio en las pasadas elecciones nacionales. Sabemos que gobierne quien gobierne la hoja de ruta la marcan otros. Y no nos gusta. Si la diferencia es en las formas, en el lenguaje, en los gestos; si ser de unos o de otros es sólo una manera de hablar o de vestir; si en el fondo quien debe mandar obedeciéndonos en realidad obedece mandándonos... ¿para dónde tiramos?
No les voté, y no me arrepiento de ello. Quizá venga la derecha, quizá perdamos algunas libertades, quizá lo público se resienta y se malvendan los pocos tesoros que nos quedan, pero esta vez no cuela, no puedo volver a conformarme con el menos malo. Si quieren mi voto, que se lo ganen.
Leave a comment